¿Alguna vez te preguntaste qué es esa “plata” que ves en los empastes de algunas personas mayores? ¿O por qué ya casi nadie la usa?
Estamos hablando de las amalgamas dentales, esos empastes metálicos que durante décadas fueron el estándar en odontología.
Pero en los últimos años han sido blanco de debates, mitos, y decisiones clínicas muy importantes de las cuales te compartiremos un poco en este artículo.
Hoy te diremos qué son, de qué están hechas, si son peligrosas, por qué están cayendo en desuso y qué alternativas existen en la actualidad, con evidencia científica y sin complicaciones técnicas.
¿Qué son las amalgamas dentales y para qué se usaron tanto tiempo?
Durante más de 150 años, si tenías una caries, lo más probable era que el dentista te colocara un empaste de amalgama. Pero… ¿qué es exactamente?
La amalgama dental es una mezcla de metales (plata, estaño, cobre y zinc) con mercurio elemental, que forma una pasta maleable que se endurece dentro del diente.
Este material ha sido el favorito durante décadas por su durabilidad, bajo costo y facilidad de aplicación, especialmente en molares donde la presión de la masticación es alta.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y estudios clínicos como los publicados en The Journal of the American Dental Association, los empastes de amalgama pueden durar más de 10–15 años, a veces incluso décadas, sin fallos importantes.
¿Desde cuándo se usan y por qué fueron tan populares?
Esto tiene historia. La primera forma moderna de amalgama se desarrolló en Francia, en 1816, por el químico Auguste Taveau.
Desde entonces, su uso se expandió rápidamente por Europa y América. En la década de 1830 ya era común en EE. UU., aunque no exenta de controversia incluso en esa época.
La razón de su éxito era simple: era barata, resistente y fácil de colocar. En los años 70 y 80, se estima que más del 75 % de las restauraciones dentales se hacían con amalgama.
¿De qué están hechas realmente las amalgamas?
Ahora viene la parte técnica (pero te la explico fácil).
Una amalgama típica está compuesta por:
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50 % de mercurio elemental (sí, el mismo metal líquido que se usaba en los termómetros).
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35–45 % de plata.
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Hasta 30 % de cobre, más estaño y zinc.
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El mercurio actúa como un “pegamento” que amalgama los otros metales, dándole su consistencia y dureza final.
Con el tiempo, se desarrollaron amalgamas de alto contenido de cobre, más estables y resistentes a la corrosión.
Estas son las que se siguen usando en algunos lugares hoy, aunque cada vez menos.
¿Son estéticas las amalgamas dentales? ¿Se siguen usando?
Y aquí viene el gran “pero”. Aunque funcionales, las amalgamas son muy poco estéticas. Dejan un color gris metálico visible cuando hablas o sonríes.
En tiempos donde la imagen importa cada vez más, esto ha sido un punto en contra importante.
Además, al estar hechas de metal, pueden oscurecer el diente con los años y generar microfiltraciones, lo que hoy se considera una desventaja frente a los materiales modernos.
Por eso, su uso ha disminuido drásticamente en muchos países. En Europa, incluso se han restringido legalmente en niños, embarazadas y personas con condiciones médicas específicas.
¿Son seguras o peligrosas? El debate sobre el mercurio
Este es, sin duda, el punto más polémico.
El mercurio es un metal tóxico… pero la pregunta es:
¿La cantidad que libera un empaste de amalgama es suficiente para causar daño en humanos?
Lo que dice la ciencia:
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Según la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU.), los niveles de vapor de mercurio que libera una amalgama son bajos y no representan un riesgo para la mayoría de las personas.
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Sin embargo, recomiendan evitar su uso en grupos sensibles:
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Mujeres embarazadas o lactando.
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Niños menores de 6 años.
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Personas con enfermedades renales, neurológicas o alergias al mercurio.
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Esto está respaldado también por la Unión Europea, que desde 2018 restringió el uso de amalgamas en niños y embarazadas, y sugiere su eliminación progresiva.
Estudios clínicos clave:
Dos grandes estudios en niños (uno en EE. UU. y otro en Portugal), publicados en JAMA, evaluaron los efectos neurológicos y renales tras 5–7 años de uso de amalgamas.
¿Resultado? No se encontraron diferencias clínicas significativas entre niños con amalgamas y aquellos con empastes de resina compuesta, aunque sí se detectó mayor excreción urinaria de mercurio en el primer grupo (pero sin efectos tóxicos evidentes).
En resumen: no hay evidencia concluyente de daño en adultos sanos, pero sí hay razones para optar por alternativas más seguras en ciertos grupos.
¿Qué alternativas existen hoy en el mercado?
Hoy la odontología moderna cuenta con varias opciones seguras, estéticas y eficaces para reemplazar a las amalgamas:
1. Resinas compuestas (composites)
Las más populares. Son materiales del color del diente, adhesivos y estéticos.
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Se usan en dientes anteriores y posteriores.
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Tienen buena durabilidad (8–12 años promedio).
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Estudios actuales muestran que los composites tienen tasas de éxito similares o superiores a las amalgamas en muchos casos, siempre que se coloquen correctamente.
2. Ionomeros de vidrio
Liberan flúor, lo que ayuda a prevenir caries secundarias.
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Ideales para restauraciones en niños o en zonas de baja presión masticatoria.
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Son menos resistentes que los composites, pero muy útiles en determinadas situaciones clínicas.
3. Cerámicas e incrustaciones
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Materiales muy duraderos, estéticos y biocompatibles.
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Su colocación es más compleja y costosa, pero su durabilidad puede superar los 15 años.
4. Oro
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Aunque en desuso, sigue siendo el material más longevo.
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Estético solo para quien ama lo retro… y puede pagarlo.
Conclusión: ¿Deberías seguir usando amalgamas?
Si tienes amalgamas en buen estado y sin síntomas, no hay necesidad de alarmarse ni de reemplazarlas solo por estética.
Las principales organizaciones de salud bucal consideran que no representan un riesgo clínico en adultos sanos.
Sin embargo, si necesitas una nueva restauración o deseas reemplazar las existentes por motivos estéticos o médicos, hoy existen alternativas excelentes: composites, ionómeros, incrustaciones cerámicas… todas ellas seguras, duraderas y más agradables a la vista.
La decisión final debe ser individual, conversada con tu dentista de confianza, considerando tu salud, tus preferencias y tu estilo de vida.