La apnea obstructiva del sueño (AOS) es mucho más que un “ronquido fuerte”. Es un trastorno real del sueño que puede afectar gravemente la salud, el desarrollo y la calidad de vida de quienes la padecen.
Por eso, en la comunidad de ortodoncia y medicina del sueño existe un interés creciente por entender si la estructura facial —es decir, cómo crece o se conforma la cara y la mandíbula— podría influir en su aparición o severidad.
Recientemente, un estudio publicado en 2025 puso el foco en esta posible relación en población infantil. Sus hallazgos y sus límites nos invitan a reflexionar con cautela, compasión y apertura al debate.
Ortodoncistas australianos investigan relación de Apnea de sueño & Ortodoncia
Un equipo internacional, liderado por el ortodoncista australiano Derek Mahoney, analizó los registros de 3 671 niños —de entre 7 y 9 años— que acudieron por primera vez a una clínica de ortodoncia entre 2007 y 2022.
A todos ellos se les realizó una poligrafía tipo polisomnografía (PSG) —el estándar para diagnosticar trastornos respiratorios del sueño— y radiografías laterales (cefalometría) para evaluar la forma craneofacial.
Se clasificaron sus caras de acuerdo con criterios de altura facial (normal, corta o “larga”) y su perfil esquelético (clase I, II, III, protrusión o retrusión maxilar/mandibular). También observaron cuán grave era su AOS, mediante el índice de apnea-hipopnea (AHI).
El objetivo: saber si ciertos patrones faciales —verticales o sagittales— se asocian con la presencia o severidad de AOS.
¿Qué encontraron en la poligrafía y en el estudio?
Entre los hallazgos más relevantes para comprobar si había relación entre la ortodoncia y la AOS encontraron:
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En los niños con AOS severa (altos AHI), el 97 % presentaba un patrón de rostro “largo” (altura facial anterior incrementada).
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Además, muchos de esos casos tenían un perfil esquelético de Clase II —es decir, con mandíbula más retraída respecto al maxilar.
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En contraste, los niños con AHI bajos o sin AOS generalmente tenían altura facial normal.
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Con base en eso, los autores sugieren que un perfil de Clase II, retrusión maxilomandibular y mayor altura facial anterior podrían asociarse con AOS severa en niños.
¿Qué nos dice la literatura más amplia de la AOS?
Este estudio no está solo. Diferentes investigaciones en adultos y adolescentes han explorado la relación entre la morfología facial y la AOS, con resultados variados:
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Un estudio que analizó 252 adultos mediante fotos (frontal, lateral) determinó que quienes tenían “patrón II” y tipo facial braquifacial tendían a presentar un AHI más elevado; mientras que quienes eran “patrón III” o dolicofaciales tenían menor severidad.
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Una revisión sistemática más reciente (2024) que abarcó decenas de estudios con imágenes (cefalometría o tomografía) concluyó que ciertos rasgos craneofaciales —por ejemplo, mayor altura facial anterior, paladar blando más largo, ángulos esqueléticos alterados— eran más frecuentes en personas con AOS que en quienes no la tenían.
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Sin embargo —y esto es clave—, ninguna de estas investigaciones afirma que la forma del rostro por sí sola sea causa directa de AOS. Más bien, indican que podría ser uno de varios factores de riesgo que, combinados con otros (tejidos blandos, obesidad, masa muscular, hábitos, etc.), influyen en su desarrollo.
¿Quiere decir esto que la ortodoncia puede “curar” la AOS corrigiendo la cara?
No necesariamente. Incluso los autores del estudio de 2025 subrayan una advertencia fundamental: asociación no es causalidad.
Algunas consideraciones importantes:
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El estudio analizado es retrospectivo y observacional, basado en una población que ya acudía por ortodoncia y con sospecha de problemas respiratorios. Eso implica un sesgo de selección importante: no podemos asumir que los resultados aplican a toda la población infantil.
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En muchos casos, la AOS también depende de factores como tejidos blandos (lengua, paladar, amígdalas/adenoides), obesidad, postura de la lengua, respiración oral, desarrollo muscular, entre otros.
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Corregir la estructura facial con ortodoncia o cirugía podría mejorar la vía aérea en algunas personas, pero no es garantía de que la AOS desaparezca
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Lo humano detrás de los hallazgos: por qué importa entender esta relación AOS – Ortodoncia
Para muchos padres, pacientes o profesionales, estos estudios representan una esperanza: la posibilidad de que una intervención oportuna —no solo estética— mejore la salud, la respiración y el sueño de un niño. Pero también demandan cautela y honestidad.
Porque detrás de cada número hay un niño que sueña, que juega, que —a veces— combate el cansancio, ronca, o respira mal por la noche.
Y entender que la forma del rostro podría influir en su bienestar es ya un paso importante para ofrecer tratamientos más integrales.
También nos invita a adoptar un enfoque multidisciplinario: no basta con alinear dientes o cambiar la mordida.
Es necesario considerar la medicina del sueño, otorrinolaringología, terapia miofuncional, atención a hábitos respiratorios, crecimiento craneofacial, postura, y hasta salud general.
La relación entre la forma del rostro y la apnea obstructiva del sueño es un tema apasionante, pero también complejo.
Los estudios actuales muestran que ciertos patrones faciales pueden estar asociados a un mayor riesgo de AOS; sin embargo, no son una sentencia ni un destino fijo.
La respiración, el sueño y el crecimiento facial son procesos multifactoriales donde influyen hábitos, genética, desarrollo muscular, vías aéreas, postura y muchos otros elementos que hacen a cada persona única.
Lo verdaderamente importante es que este tipo de investigaciones nos recuerda algo fundamental: mirar más allá de los dientes. Como profesionales —y como padres— necesitamos ver al paciente completo: cómo duerme, cómo respira, cómo crece y cómo se siente.
La ortodoncia puede ser una pieza clave del rompecabezas, pero no la única. La clave está en trabajar de forma multidisciplinaria, con empatía y con un enfoque preventivo que permita detectar señales a tiempo, acompañar a las familias y ofrecer soluciones reales, no promesas vacías.
En última instancia, comprender la posible relación entre el patrón facial y la AOS no solo mejora nuestra práctica clínica; también abre la puerta a algo más valioso: darle a cada niño y cada adulto la oportunidad de vivir, respirar y dormir mejor, y con ello, disfrutar una vida más plena y saludable.

